La grandiosa entrada en escena de Sarkozy

Francia

fg. Desde el 14 de noviembre de 2001, en una ronda de negociaciones de la OMC (Organización Mundial de Comercio) – la llamada Ronda Doha – se trata de llevar adelante la liberación del comercio internacional, anulando las restricciones aduaneras para los productos industriales y sobre todo para los agropecuarios. La segunda ronda de negociaciones está fijada para el 21 de julio de 2008. Pero el comisario inglés, encargado del comercio exterior de la UE, Peter Mandelson, previno ya el 8 de junio de un fracaso: «Como buenos multilaterales, la prioridad de nuestro programa de globalización es el cierre ambicioso y exitoso de la Ronda Doha. Una falta de acuerdo pondría en peligro la confianza del dominio público en nuestra capacidad para velar por una distribución justa de las ventajas de la globalización y podría reforzar el proteccionismo comercial.»
Es cuestionable si el campesino del valle del Po o de la región de Charente no preferiría que la Ronda fracasara y se mantuvieran así las retenciones aduaneras que protegen su existencia. De todas maneras no llaman la atención las palabras del ex colaborador más cercano de Tony Blair, quien, como es sabido, no andaba con miramientos con los campesinos ingleses (recuérdese la matanza de miles de vacunos «contaminados» durante el gobierno de Blair). Tampoco asombra el hecho que el francés Pascal Lamy, director general de la OMC, corra por el mismo lado.
Por eso resulta tan interesante la posición de Sarkozy, que culpa a Lamy y sobre todo a Mandelson, de «ofrendar la agricultura europea en el altar del liberalismo mundial». La Ronda Doha reduciría la producción agrícola de la UE y su exportación agraria en un 20%, es decir 10%, y provocaría la pérdida de 100 000 puestos de trabajo. En un momento en que el hambre en el mundo se ha agudizado, una perspectiva tal resulta insoportable.
Hasta ahora Sarkozy no nos era conocido como enemigo del liberalismo comercial y gran amigo del proteccionismo. Al contrario, se presenta regularmente con sus amigos políticos Merkel y Bush como una de las joyas del liberalismo. Su sorpresiva declaración a favor del proteccionismo agrario debe verse en el contexto de encuestas desfavorables y el no de los irlandeses al contrato de Lisboa. En estas circunstancias, los gobiernos de la UE y los jefes de gobierno – sobre todo el francés – parecen estar interesados en mejorar su imagen pública en perjuicio de la Comisión UE. Esta nueva enemiga debe tener prisa en que finalice la presidencia francesa. Con respecto al proteccionismo agrario de Sarkozy y su preocupación por el hambre en el mundo, finalmente ambos desaparecerán tan rápido como aparecieron.     •