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18 juillet 2016
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Horizons et debats  >  archives  >  2008  >  N°39, 29 septembre 2008  >  Detrás de la cortina de hierro en el norte de Sri Lanka [Imprimer]

Detrás de la cortina de hierro en el norte de Sri Lanka

por Ian Hart

thk. A partir del cese unilateral del armisticio por parte del gobierno de Sri Lanka en enero de 2008, la guerra en contra del pueblo tamil ha tomado crueles dimensiones. Hasta fines de este año, el gobierno quiere tener resuelto el «problema de los tamiles» – lo que equivale a un anuncio de genocidio. La resistencia de la población, que se manifiesta sobre todo a través de la organización Tigres de liberación de la tierra tamil (LTTE siglas en inglés), deberá ser quebrada por todos los medios. Para ello, el ejército de Sri Lanka no tiene consideración con la población civil. Miles de personas están desplazadas sin ayuda internacional. El gobierno de Sri Lanka ha exigido a las organizaciones internacionales de ayuda que abandonen las zonas pobladas por tamiles, por no poder garantizar su seguridad. Incluso la ONU tuvo que dejar su despacho. Con el retiro de 60 colaboradores, la situación humanitaria en el lugar se va a empeorar aún más, comentó un miembro de la misión de la ONU.
En este momento, una de las regiones más atacadas por las luchas es Kilinochchi, una zona controlada por LTTE, y una de las históricas regiones de proveniencia de los tamiles. A pesar de las órdenes del gobierno de Sri Lanka de abandonar el lugar, los habitantes se siguen retrayendo en las poblaciones tamiles, para no ser asesinados por los corruptos soldados de las tropas del gobierno. Con el retiro de los últimos observadores neutrales, el gobierno tiene vía libre. Sin tener en cuenta la opinión pública mundial, se lleva a cabo una brutal matanza de la población civil tamil. Expertos militares informan, que por parte del gobierno, se usarían armas químicas y biológicas. Incluso llamamientos del Secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, de negociar para buscar una solución a los problemas, son tiradas por la borda por el presidente de Sri Lanka Rajapaske.
El informe a continuación, fue escrito por un conocedor de la situación general hace cuatro semanas, y lamentablemente no ha perdido en nada su actualidad. En una situación en la que los gobiernos fracasan y no reaccionan frente a este genocidio, la sociedad civil de las naciones europeas debe movilizarse para que se ponga fin a esta guerra, y para que las partes en conflicto vuelvan a negociar.

«Estaba en mi cama y una explosión me tiró al suelo. Seguidamente, cada dos minutos, se produjeron otras explosiones alrededor de mi domicilio. No pude salir de mi domiciolio hasta que no cesaron las explosiones que provocaban un ruido aterrador.» Estas fueron las palabras de Imelda Sukumar – representante del gobierno (GA en sus siglas en inglés) en el distrito de Mullaitivu – al describir la terrible ansiedad en la noche del jueves 7 de agosto. (La representante del gobierno es la máxima autoridad en el distrito.) «Un médico del centro médico vecino vino y me llevó al hospital. Tenía la presión muy alta y ligeras heridas. Ví mucha gente herida que acudía al hospital. Había un bebé con heridas muy fuertes en su cuerpo. Cinco o seis personas heridas tuvieron que ser transferidas a otros hospitales porque su estado era muy grave […]. También vi pacientes del hospital tratando de abandonar el hospital por temor a las explosiones tan cercanas.»
El gobierno de Sri Lanka ha impuesto una estricta censura a la información sobre la guerra en la zona norte – a los periodistas se les impide visitar esa región – y las noticias que se filtran a través de esa cortina de hierro, no presagian nada bueno: precisamente cuando el gobierno aumenta su ofensiva militar, se agravan las crisis humanitarias de los civiles, sobre todo de los desplazados internos.
Hace algunos meses, el gobierno prometió conquistar Kilinochchi y el resto de la región de Vanni, en agosto de este año. Para cumplir una promesa tan ambiciosa, las fuerzas gubernamentales han reforzado sus ataques en varios frentes de la región Vanni, controlada por LTTE, usando bombas de dispersión, artillería, lanzagranadas, helicópteros y K’fir bomber jets.

La región de Vanni – una región al sur de la península de Jaffna

En los últimos meses, los repetidos ataques de las fuerzas gubernamentales han hecho huir de sus hogares a miles de civiles, y los obligan a seguir huyendo. Estos nuevos desplazados internos se han sumado a los ya existentes en la región, llegando a un total de unos 180 000.
La trágica consecuencia de la expulsión es, que cuando una población es atacada, la gente huye hacia otro lugar que no es atacado en ese momento. Pero antes o después, ese lugar también será un objetivo, y entonces la gente huye para refugiarse en otra zona «segura». Al estar confrontados con continuos desplazamientos, la gente no puede llevar consigo muchas de sus pertenencias. Con frecuencia, cuando el estruendo de las bombas y las granadas es inminente, tienen que abandonar incluso lo poco que habían logrado salvar.
La imágen que a uno se le presenta, es la de animales salvajes en las planicies africanas, disparando en cualquier dirección cuando los helicópteros vuelan sobre sus cabezas. ¿Qué opción tiene esa gente desamparada, sino huir de ese incesante aluvión de armas ciegas e indiscriminadas, como la artillería y las lanzagranadas que disparan 40 proyectiles uno tras otro, sin el menor respeto por las personas y los lugares protegidos por la Convención de Ginebra – por ejemplo la población civil y los hospitales? Nadie está en seguridad. Ningún lugar es seguro.
La representante del gobierno se lamentaba: «Siempre consideré mi domicilio como un lugar seguro. Personalmente dí a conocer su posición a las fuerzas de seguridad de Sri Lanka. El hospital y el centro médico también están aquí cerca, así como los alojamientos de empleados públicos que trabajan conmigo. Todos se sentían seguros trabajando aquí. Es trágico que, por este incidente, tengan una sensación de inseguridad cuando están trabajando duramente por los desplazados.»
La región de Vanni ha sufrido todo tipo de dificultades desde el bloqueo de la única ruta de abastecimiento A 9 el 11 de agosto de 2006, y no está equipada hacer frente al gran número de refugiados.
Como siempre, el gobierno afirma que se ocupa de los desplazados internos. Según se informó el martes 19 de agosto en AFP, el ministro del exterior de Sri Lanka dijo que «no hay nada de cierto en los informes sobre desplazados internos viviendo bajo los árboles». La realidad está en contradicción con lo que dice el ministro.
Se afirma además que se han tomado medidas urgentes «para proveer de alimentos y para proteger a los desplazados», pero las organizaciones no gubernamentales, tanto nacionales como internacionales, atestiguan otra cosa. De acuerdo al informe publicado la primera semana de julio por el Comité estable interinstitucional de las Naciones Unidas (IASC siglas en inglés), y dado a conocer por la Oficina de Coordinación de ayuda humanitaria (OCHA siglas en inglés), las restricciones sobre cantidad y tipo de alimentos en los depósitos de emergencia en Vanni, son complementadas por el Programa mundial de alimentos (WEP siglas en inglés).
Las organizaciones no estatales no saben qué hacer cuando se trata de ayudar a los desplazados. Uno de los motivos, es que en la región de Vanni, el transporte de algunos productos destinados a la ayuda está prohibido por los militares. Entre esos productos figuran: grandes contenedores de plástico para el agua, aluminio, utensillos para cocinar, cubos de metal, de plástico, bicicletas, palas, baterías, cables de electricidad y – aunque parezca increible – las bolsas en las que normalmente se transportan los productos a distribuir entre los desplazados.
Expuestos a los elementos naturales en la selva, la gente debe luchar contra todos los peligros para su salud e higiene, así como la amenaza de mosaquitos, animales salvajes y víboras. (En las últimas semanas se trataron 33 casos de mordeduras de víboras). Esta situación de emergencia se agrava por las restricciones del transporte de medicamentos, alimentos y otros artículos de ayuda.

Jaffna – la península en el norte

Contrariamente a lo que afirma el gobierno, la situación en la península sigue siendo desesperante. Las restricciones impuestas por los militares para la pezca son aún más severas, afectando al 90% de las familias de pescadores a lo largo de la costa sur de la península. La desnutrición ha aumentado y los más afectados son los niños. A causa de la pobreza, cada vez más familias se ven obligadas a pedir que admitan a sus hijos en horfanatos.
Una organización no gubernamental informa: «No existe una mínima semejanza con un país en el que la población recibe un mínimo de protección por parte de un gobierno democrático. […] La gente en Jaffna está obligada a vivir como en una prisión abierta. No son libres de ir adonde quieren […] ni siquiera por obligaciones familiares o sociales. Incluso dentro de la península están coaccionados en varios frentes lo que les obstruye el libre desplazamiento […]. Los checkpoints son numerosos y se pierde mucho tiempo en cada uno de ellos. Desde el 11 de agosto de 2006 está prohibido viajar de noche. Algunas calles están cerradas permanentemente y reservadas exclusivamente para el ejército. El viajar fuera de la península está fuera de las posibilidades de un ciudadano corriente.»

¿El futuro?

Las fuerzas armadas gubernamentales sostienen que han matado a 5000 miembros de los Tigres tamiles(LTTE) en lo que va del año, destruyendo su capacidad para una guerra convencional. Se vanaglorian de que ya pronto darán el golpe final que destruirá totalmente al LTTE.
Sería crédulo el aceptar esas afirmaciones, sobre todo la referente al número citado. Afirmaciones similares han sido hechas anteriormente, pero desmentidas efectivamente. A fines de 1990, después de haber conquistado amplias extensiones de territorio en Vanni, el ejército declaró que «eliminarían al LTTE dentro de dos semanas».
Pero los Tigres sólo dejaban que el ejército se dividiera, extendiéndose a lo largo y a lo ancho, para después salirles al asalto. Fueron necesarios sólo tres días para expulsar al ejército del terreno que éste había tardado tres años en conquistarlo.
Los Tigres ¿están usando una estrategia similar ahora? Pareciera que hasta ahora no han puesto en acción a las unidades especiales de comando, o que hayan perdido su quincalla militar. Es notable que los Sea Tigers y Air division no hayan estado activos en los meses pasados. ¿Se están agachando los tigres ahora para saltar en el momento oportuno?
De ser así, las consecuencias serán catastróficas para todo el país.

¿El vencedor?

La cuestión no es cuál de las partes armadas va a ganar. Se trata sobre todo de quién ganará la paz. El escenario presente es demasiado lúgrube como para ser optimista sobre el futuro cercano. Al final, va a ganar sólo el «hombre de estado» – un hombre de estado que esté decidido a negociar para una paz justa. Porque no es la guerra, sino la paz, el trofeo a ganar.    •

(Traducción Horizons et débats)