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Horizons et debats  >  archives  >  2008  >  N°25, 23 juin 2008  >  El cuerno de Africa [Imprimer]

El cuerno de Africa

Las grandes crisis – 1a. parte: Etiopía

por Stanislas Bucyalimwe Mararo

Etiopía – en griego «país de las caras quemadas» – se llamada antiguamente Abisinia y remonta sus orígenes bíblicos y mitológicos al rey Salomón. Es el único país africano, además de Liberia, que nunca fue colonizado. Su territorio es el más extenso del cuerno de Africa, limítrofe con el Nilo y el Mar Rojo y cuna de una de las culturas más antiguas del continente africano.
Fue cristianizado en el siglo VI d. C. y cuenta con un prestigioso pasado: del reinado de Axum hasta el imperio etíope en el siglo XIX ; resistió exitosamente la expansión islámica, y la colonización europea (victoria de Adua el 1. de marzo de 1896, contra las tropas italianas). Desde el siglo Xll es regida por la dinastía Zaguoé; sus monarcas más conocidos de la historia contemporánea son Ménélik II (1889–1913) y el «negusä nägäst» – o rey de los reyes – Hailé Sélassié I. (1930 – 1936, 1941–1974).
Este último, fuertemente apoyado por EE.UU., fue destituído el 12 de septiembre de 1974 por una junta militar de tendencia marxista-leninista comandada por Hailé Mariam Mengistu.
Ese fue el fin del «estado mesiánico» Etiopía y su transición a un estado socialista.

Régimen comunista bajo Mengistu

El Cuerno de Africa, y especialmente Etiopía, ha sufrido en los últimos 30 años dos grandes hambrunas. Una grave crisis de abastecimiento a fines de 1973 en el norte, tuvo como consecuencia la caída de Hailé Sélassié el 12 de septiembre de 1974. Mengistu instauró una dictadura comunista dura y sangrienta, bajo la bandera del partido laboral de Etiopía: cuando tomó el poder, Derg (Comité militar secreto o Consejo militar administrativo provisorio que había provocado la caída del rey Hailé Sélassié) realizó una reforma agraria (marzo de 1975) para liberar a los campesinos de las cargas del feudalismo y activar las fuerzas productivas. Movilizó a estudiantes, profesores y militares para una campaña de aclaración y analfabetización: la llamada Zämacha. En las grandes luchas por las tierras, en los conflictos independentistas (alimentados y apoyados por EE.UU. con el fin de aislar al Sudán islámico) y en las rivalidades internas, la revolución puso su destino en las manos de un hombre fuerte: Mengistu.
Aliado de la Unión Soviética, en 1979 puso en marcha la «revolución verde», la que a penas podía esconder sus verdaderos propósitos: la colectivización de la tierra y la extensión de las granjas estatales.
Mientras que los campesinos del norte – arraigados al principio hereditario de la tierra dentro de la familia – eran contrarios a la reforma agraria, y en el sur la aceptaban, el campesinado en general se oponía a la seudo revolución verde. Cuando en 1984 se celebraban los 10 años de la revolución, llegaron hasta la capital llamados alarmantes desde zonas castigadas por el hambre. El presidente Mengistu cometió los mismos errores que los négus: primero negó la magnitud del desastre que afectaba sobre todo la zona norte, este y también parte del sur; y a pesar de ello, anunció que las granjas estatales se extenderían aún más, y que continuaría con el programa de crear nuevas comunidades en la campaña. El régimen no renunciaba a sus métodos que llevaban a la extinción de los modos tradicionales de producción del campesinado, y además, quería acelerar la colectivización aprovechando la actual debilidad de los campesinos (y de los criadores). Esta política cínica y brutal que amenazaba la existencia del 90% de la población etíope, llevó a que mucha gente jóven se uniera a los frentes de liberación, y muchos puestos de ministros, diplomáticos, oficiales y funcionarios quedaran sin ocupar. Además, provocaba a los campesinos, creyentes por tradición, con campañas ateistas.

La secesión de Eritrea

Otro elemento que ha gravado la evolución interna, es la cuestión de Eritrea. En 1952, por una resolución de la ONU, Eritrea fue anectada a Etiopía como un estado federado. Pero en 1962, Etiopía decidió que Eritrea sea una provincia. Desde ese momento, surgieron distintos movimientos de oposición: algunos eran de obediencia nacional, como el Front populaire démocratique du peuple éthiopien (Frente popular democrático del pueblo etíope (FPDPE). Otros, contrariamente, tenían un arraigo regional y étnico: es el caso del Front populaire de la libération du Tigré (FPLE Frente popular de la liberación de Tigré) y de la Organisation démocratique du peuple Oromo (ODOPO – Organización democrática del pueblo Oromo).
En mayo de 1991 la FPDPE, con el visto bueno de Washington, logró apoderarse de la capital. Mengistu, que políticamente no pudo sobrevivir el derrumbe de la Unión Soviética, fue vencido a pesar del apoyo de tropas soviéticas y cubanas y se vió obligado a refugiarse en Zimbabwe donde vive actualmente. Pero, sobre todo, fue la dimensión de la hambruna en 1984 – 85 la que aceleró su caída, un destino similar al de su antecesor.
Meles Zenawi – el jefe de los que destituyeron a Mengistu – fue su sucesor; el nuevo régimen, confrontado con el resurgimiento de los movimientos de independencia nacional, reconoció la independencia de Eritrea, confirmada el 3 de mayo de 1993. Así perdió Etiopía su salida al mar.
Los antiguos aliados – ambos pertenecientes al pueblo de Tigré – quienes se disputan la ascendencia de la reina de Saba – Meles Zenawi e Issayas Afeworki – entraron en guerra en 1998, una guerra que continúa hasta hoy.
Los «dos mellizos», como se los llamaba a Etiopía y Eritrea, se han convertido entre tanto en «hermanos enemigos» que están lejos de enterrar su hacha de guerra. La calma que hoy reina es muy frágil, está pendiente de un hilo y depende del ojo vigilante de sus padrinos americanos.
Desde 1963 Addis Abeba es la sede de la Unión Africana. Pero Etiopía está constituído por un mosaico de etnias: los descendientes de Oromo/Gallas (los más numerosos) los Amhara, el pueblo de Tigré, de Falasha/Beta Israel, los Afars, los somalíes, todos grupos regionales con estilos de vida y tradiciones muy diversas.
Para responder a las aspiraciones de unos y otros, el régimen actual ha hecho de Etiopía un estado federal que le da a las distintas regiones una autonomía relativa. Ésto ha apaciguado en parte las reivindicaciones de los Oromo.
Guerras sin fin según el lema:

«Tu amigo es mi enemigo»

El período que siguió a Mengistu no trajo la paz esperada. Cinco años después del compromiso político y étnico que llevó a la independencia de Eritrea, Etiopía ha entrado en guerra con su nuevo vecino (1998 – 2000); como dije anteriormente, EE.UU. ha intervenido para calmar la situación, pero la paz sigue pendiente de un hilo. Además de la desconfianza mutua, los dirigentes etiopíes y eritreanos tienen ambiciones de hegemonía en el Cuerno de Africa; por eso Eritrea apoya a los enemigos de Etiopía y vive versa. Somalia, convertida en tierra de nadie después de la caída del régimen de Siad Barré es refugio para todos los combatientes de la región. Por un lado, están los rebeldes etiopíes del Frente de liberación Oromo y del Frente National de Liberacion Ogaden; por el otro, la Unión de tribunales islámicos que sigue creciendo en importancia desde 1991. Bajo el pretexto de garantizar el derecho a la defensa propia, Etiopía interviene, entre tanto, directamente en las cuestiones internas de Somalia. Estos argumentos de Etiopía coinciden con los de EE.UU. que justifican esta intervención con la lucha contra el terrorismo y Al-Qaida.
En el plano político, Etiopía apoya la creación de un gobierno federal de transición en el exilio, así como la elección de un ex opositor somalí, Abdul Yusu, en Nairobi, como presidente de ese gobierno. Como él vivió en Etiopía, Addis Abeba iba a servirse de este canal para dirigir las cuestiones somalíes; lo que se hizo desde que ese gobierno fue transferido de Nairobi (Kenia) a Mogadiscio (Somalia) en febrero de 2006. El gobierno, siendo débil, no sobrevivió el asalto de la Unión de Tribunales Islámicos: éstos lograron destituirlo y tomar bajo su control la capital Mogadiscio y grandes partes del sur y centro de Somalia.

Invasión en Somalia

En diciembre de 2006, Etiopía interviene militarmente en Somalia y envía 20 000 soldados, contando con la aprobación de EE.UU. (presencia de marinos y comandos de la CIA del lado de las tropas etiopíes). Si bien la Unión de Tribunales islámicos fue expulsada de Mogadiscio, ésta no fue desarmada de modo que Etiopía, después de haber puesto a sus amigos nuevamente en el poder, se pierde cada vez más en el laberinto somalí: Etiopía apoya al gobierno federal de transición, mientras que su rival Eritrea apoya la Unión de Tribunales islámicos y otros grupos anti etiopíes con los cuales ha formado la Alianza para la reliberación de Somalia (ARS, que habría enviado más de 5000 soldados). Ésto sucede, probablemente, con la aprobación de EE.UU. ya que éste no interviene en su contra. Así están confrontadas en el frente somalí las dos armadas rivales: Etiopía y Eritrea.

Ambiciones de hegemonía al servicio de la «única potencia mundial»

Tratando de asegurar su hegemonía, los etiopíes se hacen cómplices de la hegemonía americana en esa región. El impacto de esa intervención armada en la Somalia musulmana, sobre la política interna de la Etiopía cristiana, es doble: por un lado, crece el descontento dentro del ejército, lo que puede llevar a un amotinamiento (que debilitaría aún más el gobierno de Meles Zenawi); por otro lado, se atizarán los empeños secesionistas en Ogaden o su separatismo bajo la bandera del Frente de liberación Ogadens (FLO). Èstos serán apoyados por Egipto, (rival de Etiopía en los intentos de hegemonía regional) Libia, y somalíes opuestos a Etiopía.
El periodista Mamo Zeleke dice al respecto en un artículo en Afrique-Asie: «La guerra en Ogaden pone en peligro la unidad en Etiopía, tanto a nivel étnico como religioso: el pueblo de Tigré en el poder, católicos en su mayoría, contra los musulmanes de Ogaden.» A ésto se añade el olor a petróleo que juega también un rol en esta guerra. La creciente resistencia en Somalia contra la ocupación etíope, dificulta al gobierno en Addis Abeba y a su mentor. Washington, el perseguir sus objetivos en la región.
En el sur, Kenia ha cerrado sus fronteras para evitar la invasión de refugiados somalíes, estando ella misma confrontada a sus propios luchas de órden político y étnico. La Unión Africana ha enviado tropas a Somalia en el marco de la Misión Somalia Africana: se habla de 8000 soldados para mantener la paz, pero éstos parecen ser más bien espectadores que operadores activos.     •
(Traducción Horizons et débats)

Bibliografía sobre el tema.

Abebe, B., Histoire de l’Ethiopie, D’Axoum à la révolution, Paris (Maisonneuve et Larose) 1998.
Clapham, C., Transformation and Continuity in Revolutionary Ethiopia, Cambridge (Cambridge University Press) 1988.
Frontier, M., La chute de la junte militaire éthiopienne (1987–1991), Paris (L’Harmattan) 1999.
Gallais, J., Sécheresse, Famine, Etat: Le cas de l’Ethiopie, in: Hérodote, 39 (Oktober-Dezember), 1985.
Levine, D. L., Greater Ethiopia. The Evolution of a Multiethnic Society, Chicago (Chicago University Press) 1974.

La página africana

pk. Horizons et débats publica a partir de hoy una serie de artículos sobre las crisis africanas. El propósito es esclarecer a nuestros lectores que quieren saber más sobre Africa, lo referente al fondo, las causas y las consecuencias de esas crisis. En cada caso, se tratará de mostrar las implicaciones locales, regionales, nacionales e internacionales.
Las principales zonas en conflicto serán abordadas una después de otra; cada vez recordaremos la historia colonial y poscolonial, después, las tensiones del período de la guerra fría y finalmente aquellas que surgieron después del derrumbe del bloque comunista. Esperamos responder así, lo mejor posible, a las preguntas que se hacen aquellos que han seguido los hechos sólo a la distancia, o que no hayan podido ver claramente su contexto. La mayoría de los artículos serán complementados por una lista de publicaciones que permitirán al lector de profundizar el tema; al final de la serie publicaremos un resúmen de los distintos estudios para dar una imágen general de la crisis actual. Comenzamos nuestra serie con el Cuerno de Africa.

El cuerno de Africa

El Cuerno de Africa propiamente dicho comprende Etiopía, Eritrea, Jibuti y Somalia. El gran Cuerno de Africa abarca además los territorios limítrofes: Sudán, Uganda, Kenia, Tanzanía, Burudi y Ruanda. Es una región con muchas tensiones, desde decenas de años codiciada por las grandes potencias, sobre todo después que fueron descubiertas grandes reservas de petróleo (Darfur), y por su situación geoestratégica. Desde hace siglos, los poderosos de este mundo saben que el que posea el Cuerno de Africa, controla las rutas marinas desde el Canal de Suez hasta Asia y al mismo tiempo controla estratégicamente el Oriente próximo y medio.